La cartelera madrilñ?a de teatro alternativo vive en estos momentos una época dorada. Para los que nos gusta disfrutar de obras más originales y arriesgadas en salas más reducidas, tenemos decenas de obras donde elegir entre las más de cien salas que hay actualmente en la ciudad. Este aumento de espacios alternativos que se ha producido en los últimos tiempos tiene también sus riesgos: la saturación puede poner en riesgo la viabilidad de salas y compañías y aumentar la temporalidad de la actividad de los artistas.
Nada de esto ha desanimado a los chicos que están detrás Capullos Que Vuelan, una obra inédita, divertida, joven y fresca que se ha convertido en el último gran éxito de la Sala de Teatro y Centro de Formación AZarte, en pleno corazón de Chueca.
La propuesta
Pau es un milenial doblemente emigrado (del pueblo a la ciudad y de la ciudad al extranjero) que vuelve de Grecia hecho un capullo. Una ex suya y la hermana de ésta le acogen en el piso de estudiantes que compartían antes de irse y en el que ahora vive también el chico que ocupó su habitación. Todos ellos son JASPs que sobreviven trabajando en curros de mierda, que a su vez les impiden tener tiempo para dedicarse a lo que realmente quieren.
Los cuatro protagonistas de Capullos Que Vuelan, de izquierda a derecha: Iñaki (Javier Martínez), Rut (María Part), Pau (Enrique Cervantes) y Tere (Alba Fontecha).
Ante semejante panorama, Pau se arma de valor y paciencia para enfrentarse a la ardua tarea de cambiar la actitud ante la vida de sus amigos. Así se larva una historia de hora y media y cuatro actos de duración, en la que cada uno de los personajes echa a andar como un gusano, se da cuenta de lo capullo que es y decide salir de su zona de confort y echar a volar.
Hay en la obra dos momentos especialmente brillantes, tanto en el guión como en la interpretación. Uno es el monólogo de Rut, auténtica mascletá de bofetadas con guantes de seda a la conciencia del espectador. En la otra, los protagonistas, en el andén del metro tras una noche de juerga, hablan con sus yoes adolescentes. Impacta no sólo porque está magníficamente interpretada, sino sobre todo porque consigue que todo el público en la sala haga ese mismo ejercicio y salga del teatro con una reflexión pendiente.
El fondo
Los cuatro protagonistas son muy distintos y están perfectamente construidos, por lo que resulta difícil no sentirse identificado con alguno de ellos en algún momento. Y no ya difícil, sino imposible, resulta no identificarse con Pau para todos aquellos que hemos vivido fuera, hemos padecido la política de equipajes de Ryanair, hemos echado de menos en algún momento las persianas o las fregonas, hemos tenido multitud de experiencias que no han tenido nuestros amigos aquí y hemos tenido que aprender rápido y espabilarnos, a menudo a hostias. En definitiva, los que hemos aprendido a valorar lo que dejamos atrás y hemos vuelto a por ello.
Y es que es cierto que dejamos atrás un país que desaprovecha sistemáticamente la formación de sus jóvenes, en gran parte pagada por sus propias arcas, y los condena a trabajos para los que están sobradamente cualificados, con sus correspondientes sueldos reducidos. Pero también es cierto que la confianza en un futuro mejor requiere necesariamente que el cambio empiece por uno mismo. Y ese es el principal mensaje de Capullos Que Vuelan.
María Part, Enrique Cervantes, Javier Martínez y Alba Fontecha en plena representación en la Sala AZarte.
Pero, lejos de ser una aburrida sesión de coaching en grupo, la obra tiene el ritmo adecuado para la hora y media se te pase, cómo no, volando. Y además logra el equilibrio perfecto entre ese mensaje, con guiños constantes a la actualidad, y la mejor comedia, con un sentido del humor delicioso que va a hacer que te partas el culo de la risa. Pero tampoco te rías muy fuerte. Al fin y al cabo, las campanas doblan por ti.
He tenido que rascar mucho para encontrar algo que no me guste de la obra, pero he hecho el esfuerzo para que no parezca que me pagan por poner a los Capullos Que Vuelan por las nubes. Por ejemplo, soy de los que no le hacen especial gracia según qué bromas que frivolizan sobre asesinatos con artefactos explosivos. Y la mención a El Principito me parece un poco forzada, toda vez que en ese momento de la historia encajaría perfectamente otro gran libro, El Alquimista de Paulo Coelho. No en vano, su protagonista comparte con Pau su largo viaje en el que descubre [¡¡¡SPOILER ALERT!!!] que lo que buscaba estaba exactamente en el punto de partida y decide volver. Lástima que la animadversión del director hacia el escritor brasileño haya malogrado ese pequeño homenaje.
La tripulación
Efectivamente, el artífice de todo esto, Lluis Mosquera (que no sólo ha escrito el guión, sino que también ha dirigido la obra y es el responsable del diseño gráfico, ¡ahí es nada!), no oculta su odio al bueno de Paulo Coelho. Lo contó en uno de sus trabajos anteriores, el corto Martes de claros tintes autobiográficos.
Alguien que se presenta contándonos sus miserias en un corto, tiene necesariamente que ser de fiar.
También es autobiográfica en muchos aspectos Capullos Que Vuelan para los actores que la interpretan, magníficamente pese a juventud. Quizá porque sus vidas reales no difieren tanto de las de sus personajes. Nos cuentan que todos ellos tienen otros trabajos aparte, con sus correspondientes sueldos precarios, y problemas para llegar a fin de mes, lo que ha hecho que cuadrar agendas para ensayar la obra fuera a veces complicado.
Javier Martínez fue uno de los actores de Amores Minúsculos, del que ya os hablamos como una de las mejores obras de teatro del año pasado y que aún puedes ver en las ciudades por las que pasa de gira. Y a Enrique Cervantes le hemos visto en varias producciones de La Joven Compañía y hace poco en el corto Sí a Todo con el que El Corte Inglés celebró el pasado San Valentín.
Enrique Cervantes le dice Sí A Todo a Carlos Soroa en uno de los cortos con los que El Corte Inglés celebra San Valentín cada año.
En cuanto a las actrices, Alba Fontecha ha hecho un paréntesis en la obra Dextrocardiaco, que retomará a finales de año, para interpretar a Tere, la cuñada de Pau. Y María Part, su hermana en la ficción, además de actriz es poetisa y tiene publicado un libro de historias en verso, Castigo Divino El De Matarnos Los Domingos.
Jens de Fries, entrenador personal de día y ayudante de dirección de noche, se ha encargado de la dirección escénica. Matyssa Pérez es la técnica de sonido e iluminación de Capullos Que Vuelan y de cuatro obras más en el circuito off madrileño ¡aunque ha llegado a trabajar en diez al mismo tiempo!Entre todos ellos y con mucho entusiasmo han sacado adelante un producto de calidad, que exprime al máximo las técnicas de los actores y las posibilidades escénicas de la sala. Les felicitamos desde aquí y les deseamos mucha suerte mierda a todos ellos. Esperamos que, como ya hizo la mencionada Amores Minúsculos, den pronto el salto a un teatro más grande para que pueda disfrutarla más gente. Y después, por qué no, que se apliquen lo que predican y el siguiente salto sea a la gran pantalla. Puestos a volar…
Consigue tus entradas para ver Capullos Que Vuelan aquí:
¡Qué maravilla de crítica e investigación!
Muchúsimas gracias por tu gran trabajo en nombre de todo el equipo de Capullos.
Un abrazo 😀
¡Muchas gracias a ti y a ese estupendo equipo por la divertidísima hora y media que nos hicísteis pasar! ¡Un abrazo!